Gárgolas insomnes

Agosto 25 de 2010

Mensaje público a Axtel

¿Cuánto le paga Telmex a Axtel por desconectarme a cada rato de la red? ¿Me desconecta por creer que tengo contrato de servicio telefónico con esta empresa prestanombres de Telmex? ¿Acaso cree que, si lo tuviera, seguiría tratando con aprendices del estilo Slim? ¿Qué gana Axtel cuando impide que me conecte?

Ayer en la noche me desconectaron cuando ni siquiera un minuto había pasado y, ni en dos horas de intentarlo, pude reconectarme. Hoy logré conectarme a las 15.20 y me desconectaron a las 15.44, en el preciso instante que intentaba pagar vía Banca en Línea por algo que más bien debería cobrar, coincidencia que me hace sospechar otra posibilidad: que a Axtel le urge perder la relación que mantuve con Avantel durante casi una década.

¡Felicidades! Ya lograron chingarme la existencia. Tengo un registro puntual de todo y lo haré público en su momento. Por lo pronto, pueden ustedes leer algo de publicidad cara, que habla mal de Axtel, pero no tanto como Axtel, en esta y muchas otras direcciones.

No voy a dejar impune la pérdida que esta interpósita filial de Telmex ha causado a mi vida (tiempo y energía, salud física, mental, económica). Así tarde años, me voy a cobrar cada minuto...

Iván Rincón Espríu

PD. Logré reconectarme a las 17.20 de hoy, en el enésimo intento, ¡dos horas después del primero!

[] Iván Rincón 5:23 PM

Agosto 23 de 2010

¿De quién es el dinero de Carlos Slim?

Este mes pagué $288.00 a Telmex por el consumo de junio. Según el recibo de agosto, hice 167 llamadas locales, así que debía pagar $156.55 de renta, que incluye cien llamadas, y $99.16 por 67 llamadas adicionales a $1.48 cada una, sin contar impuestos, o sea, $255.71, más el 3% ($7.67) por Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS), o sea, $263.38, cuyo 16% de Impuesto al Valor Agregado (IVA) es $42.14, cantidad que, sumada a la anterior, asciende a $305.52. Eso debía yo pagar en total, según el recibo, pero tenía $17.00 de "saldo" (robo de uso es el nombre del delito cometido en este caso por mediación de un cajero automático), así que mi deuda final descendió a $288.00, gracias al generoso "crédito por redondeo" de $0.90 que se redujo a $0.52 ante un "cargo por redondeo" de $0.38, con tal de no cobrar centavos. ¿Qué tal? ¿Quedó claro?

Espero que el público lector no esté mareado todavía, pues "el sistema" Telmex es tan infalible que todas esas cuentas son incorrectas. Para empezar, no hice 167 llamadas, sino 70 menos, o sea, 97, contando siete a números que empiezan con 01 800 (LADA sin costo), así que mi verdadera deuda era nomás por la renta y los impuestos, o sea, $187.20; los $118.32 restantes son un robo neto, que representa más bien la parte ilegal del robo y el 40% del total.

Como "el sistema" opera infaliblemente, me permito obviar que el recibo de agosto es representativo de los anteriores en general y que, si confrontara mi registro con los números de Telmex, confirmaría una diferencia similar a su favor, al menos desde la privatización. Hablo de mi caso en particular, pues otras personas pagan por servicios adicionales que no pidieron y entonces el atraco es mucho mayor (he aquí un ejemplo). Si damos por hecho el 40% como porcentaje mínimo -es decir, inferior al promedio- de robo ilegal -es decir, adicional al robo legal-, podemos hacer también el siguiente razonamiento.

Carlos Slim tiene $60,600,000.000 (sesenta mil seiscientos millones de pesos) y el 40% de esa cantidad, a saber, $24,240,000,000 (veinticuatro mil doscientos cuarenta millones de pesos), fue ilegalmente obtenida. A eso hay que agregar que las tarifas telefónicas en México son un robo de por sí, que los impuestos son otro robo y sus nombres, una burla; además, las acciones de Telmex que hacen al parásito mayor (perdón, quise decir accionista) el principal dueño de la empresa fueron compradas por debajo de su precio real; además, el gobierno remató una industria que debía y debe todavía ser considerada como estratégica y, en consecuencia, seguir bajo la rectoría del Estado como propiedad de la nación; además, la subasta fue una operación por lo menos sospechosa de favorecer intereses del chupacabras y su mafia...

Con ese antecedente, a la luz del actual panorama nacional de las telecomunicaciones, el instinto se permite ahora especular: Carlos Slim es prestanombres y tiene prestanombres; ante una eventual reforma que, al menos en teoría, pondría límites al monopolio de Telmex y Telcel, y un eventual acatamiento de recomendaciones internacionales en la materia (la OCDE, por ejemplo, ha recomendado prohibir a Telmex expandir su imperio a la televisión), Slim y socios inventan su propia competencia; de ahí que Axtel y Nextel interrumpan a cada rato el servicio de internet y obliguen a los usuarios a pagar más de la cuenta, en telefonía fija y local, al gigante con el que fingen competir; de ahí que, al amparo del colapso que llaman crecimiento y del trastorno que llaman "el sistema", sean la misma chingadera, pero en bruto y pigmeo. Lo seguro es que Telmex, antes de absorber Prodigy, fue pionera en esas prácticas, tan permitidas por el gobierno como ejemplo a seguir por otras empresas, cuando contratar el servicio de internet se hacía en cinco minutos, pero descontratarlo tardaba medio año...

En fin. Se trata de una hipótesis especulativa, una posibilidad más entre quienes persiguen fines de lucro sin principios éticos y, en lugar de valores, tienen precios, una teoría de la conspiración, quizá demasiado maquiavélica para los admiradores del encumbrado ratero, que idolatran al capital sanguijuela y se arrastran como gusanos; su falta de inteligencia confunde la falta de escrúpulos con inteligencia y tiene muy vaga noción de la dignidad.

[] Iván Rincón 2:02 AM

Agosto 17 de 2010

Telmex y sus vacas gordas

Detrás de toda gran fortuna, siempre hay un crimen. Honoré de Balzac. Detrás de una riqueza inversamente proporcional a la pobreza del país que la alimenta, está el crimen organizado.

I

El servicio telefónico en México es el más caro del mundo y eso lo sabe todo el mundo, pero nada es suficiente para Telmex, que además roba: inventa el número de llamadas que hacemos (siempre a su favor, obviamente), cobra por servicios adicionales que nadie le pide... y lo más inaudito es que todo México permite y hasta propicia que un personaje como Carlos Slim se pudra en dinero que no es suyo; del gobierno se entiende (¿qué otra cosa puede uno esperar de quien vende hasta lo que no tiene?), pero... ¿y nosotros, el público usuario, los clientes a huevo, los afectados? Telmex tiene también el peor internet del mundo, no solo por sus tarifas (para gente con mucho dinero y poco seso, no digamos dignidad), sino por la "calidad" del servicio, que es pésima y encarece la vida más allá de lo que uno tiene tiempo de calcular: lento hasta el desquiciamiento, desconectado a cada rato, como hacen ahora sus émulos de Axtel, antes Avantel, que dan por cautivos a sus clientes de internet en el contrato de telefonía local... No existen alternativas a Telmex, pues Axtel y Nextel (empresas cuya normalidad es el desastre y un automatismo invertido: personal infrahumano que obedece a las máquinas) compiten por un mercado con rehenes en vez de consumidores.

Y ahora resulta que la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) aloja en sus instalaciones un módulo de Telmex para atender las quejas y "canalizarlas", como dice la burocracia paraestatal, o "transferirlas", como dice la burocracia de la iniciativa privada... de iniciativa; esta versión de aberrante simbiosis que hace a la Profeco ser vil instrumento del dinero, instrumento servil del vil dinero, y hace a Telmex, por su parte, juez y parte, circula por La Red y quizás en estos días yo pueda confirmarla; semejante aberración sería el colmo del cinismo y viceversa. Lo que parece no tener límites es la voracidad de Telmex y nuestra tolerancia; dije parece...

II

Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, según Forbes, es un miserable: oportunista y ratero, según yo; prestanombres de Carlos Salinas y crimen organizado, según el secreto a voces de la calle, la sospecha popular en México y el mundo (informado, claro, no embrutecido por la televisión, la religión, el fútbol y el cigarro); su relación con pederastas de la peor calaña está documentada: Marcial Maciel celebró su boda en 1966 y ofició la ceremonia luctuosa de la esposa en 1999. La coincidencia de Kamel Nacif y Succar Kuri con el parásito más grande que ha padecido este país en toda su historia, reciente y antigua, no es casual; además del origen libanés, los tres empresarios tienen en común la falta de escrúpulos como estilo para hacer negocios, los fines de lucro sin principios éticos y morales, básicos y elementales, ni de ninguna especie.

Eso no obsta para que imbéciles y oligofrénicos se entusiasmen con la idea de que este vil capo sea presidente de México (¿será por su frase demagógica de creer en México?) y paguen por el servicio de internet más caro y lento de todos y el de telefonía móvil más contaminante, y fumen Marlboro (como si fumar no fuera de por sí demasiada chingadera), compren equipo de cómputo Apple y coman banana split en Sanborns, donde venden también estatuillas de Hitler y Porfirio Díaz.

III

Hace unos días logré hablar por teléfono con un "supervisor" de Telmex y protestar verbalmente por el cobro excesivo del mes, no sin antes fingir interés en las opciones de internet que ofrece este engendro monopólico del salinismo, lo cual me recordó a Michael Moore cuando se afilió a la Asociación Nacional del Rifle para conseguir una entrevista con Charlton Heston. Telmex no tiene un número telefónico ni dirección electrónica para recibir quejas; en sus oficinas, "canalizan" o "transfieren" al quejoso a un aparato por medio del cual habla con una empleada que espeta: "Esas son las llamadas que hizo", y cuelga; la mujer tiene ante sus ojos una pantalla de computadora en donde aparece el número de llamadas que su mafia cobra y, como ella no piensa, obedece a la máquina y cree que es la neta del planeta. El "supervisor" con quien hablé no es menos autómata y pretendía confrontar día por día mi registro y el suyo. ¿Para qué? -le pregunté. "Para saber en dónde está la diferencia", contestó. ¿Para qué? -volví a preguntar cada vez que él intentaba darme atole con el dedo y que yo perdiera la mayor cantidad posible de tiempo, hasta que sufrió un trastorno propio de la gente infinitesimal, cuyo principal síntoma es la tautología; luego salió con la mentira consciente o creencia inconscientemente religiosa de que "el sistema" es infalible, pues obedece a una "computadora central" y la prueba fehacientísima del incontrovertible milagro (Dios y la tecnología convergen en este caso) es que los recibos de Telmex tienen el sello de la Secretaría de Hacienda. Por primera vez en estos días, que ya parecen una pésima racha, estuve a punto de soltar una carcajada, pero me limité a decir que Telmex roba y si alguien en verdad no lo sabe ha de ser un muerto...

Ahora hago la siguiente reflexión: Todavía más increíble que la infalibilidad de un ente omnímodo llamado "el sistema" es que alguien la crea. No dudo que Telmex tenga empleados imbéciles y hasta oligofrénicos (retrasados y débiles mentales), como los hay en todos lados, pero debe de haber alguien al mando, responsable del atraco sistemático y automatizado, avalado por la Secretaría de Hacienda. "Alguien allí sabe que me cobra de más", dije con la esperanza de que algún ser pensante escuchara mi llamada y supiera que sabemos lo que saben, a saber, números alterados con fríos cálculos de ganancia máxima y riesgo mínimo por amplia cobertura de una complicidad abyecta, corrupta y también sistemática. No es necesario mirar muy alto; en La Red puede uno leer testimonios de empleados anónimos que explican los métodos con que opera este engranaje por mediación de cajas y "centrales" que distribuyen las líneas y en donde alguien hace el trabajo sucio y negocio adicional.

Ahora reflexiono también que, así sea yo nadie para Telmex por no tener ningún poder material, y amenazar con acudir a la Profeco debió de parecer un chiste muy malo, tengo algo que no conoce ni siquiera desde lejos ese monstruo nefasto cuya expansión invade casas particulares y oficinas de gobierno: credibilidad. Lo que yo diga, sea lo que sea, tiene la credibilidad que falta en los recibos de Telmex y las declaraciones de Carlos Slim, no digamos alguno de sus ínfimos empleados, que tampoco saben de valores como la dignidad, pero ya les caerá el veinte...

[] Iván Rincón 16:34 PM

Agosto 10 de 2010

Cuanto más rápido escribo un texto, más tardo en corregirlo, y en eso estaba con el anterior cuando Avantel me desconectó de la red; habían pasado los primeros 30 minutos del domingo 8 de agosto y no pude reconectarme sino hasta el lunes a las 14.00, o sea, 37.30 horas después. ¿Cuántas veces lo intenté? Nada más cuatro, multiplicadas por diez. Luego del segundo intento, el domingo en la mañana, llamé a Soporte Técnico y contestó la grabación que tiene más de un año diciendo: "Escuche con atención, ya que nuestro menú ha cambiado"; escuché con atención porque sin eso no es posible; marqué la opción conducente y un segundo menú me hizo elegir de nuevo entre sus opciones; un tercero hizo lo mismo y, finalmente, la voz grabada informó: "Le recordamos que nuestro horario de atención es de lunes a viernes", de tal hora a tal otra. "¡Gracias por llamar!"

El lunes dediqué dos horas y toda la energía que pude concentrar en ellas a resolver este problema y, una vez logrado (según mi optimismo), a la media hora de navegar, Avantel volvió a desconectarme; luego de los obligados intentos de reconexión, llamé por teléfono y de nuevo la pesadilla de los menús grabados, los empleados que interrogan con preguntas improcedentes para empezar y, por cada respuesta, lo hacen esperar a uno y escuchar anuncios comerciales que aturden o la grabación repetitiva: "En Axtel, su llamada es lo más importante para nosotros; gracias por esperar", unas veinte veces consecutivas, con un fondo musical insoportablemente cursi. A la media hora de esta burla desgastante y desquiciante, antes de avanzar un carajo, el autómata en turno "transfiere" la llamada al área correspondiente y entonces otro autómata hace las mismas preguntas con las mismas esperas, los mismos anuncios estridentes y la misma grabación repetitiva, pero con mucho más cansancio de mi parte, mucho más estrés acumulado y mucho más rencor del que podrían siquiera imaginar; el número de "transferencias" al área correspondiente no tiene más límite que mi tolerancia; lo que yo diga al margen del interrogatorio, inclusive para evitarlo, es imposible de entender por esta gente (vivo ejemplo de la muerte mental y paradigma de la pequeñez humana), imposible hasta de oír, no digamos escuchar "con atención"; demasiada ramificación para ser estéril, pues nadie pasa de las preguntas y las bolas que se hacen con las respuestas.

La burocracia gubernamental dice "canalizar" para que una llamada siempre sea inútil, al cabo se trata de una sucesión evasiva, "canalizarla" para que, después de mucho tiempo, el máximo posible, nunca llegue a ningún lado, como si le pagaran por cada minuto y cada hora que uno pierda, como si nuestra pérdida fuera ganancia para ella. "Le doy otro número telefónico para que lo canalicen", es el colmo de la burla, cuando el número resulta ser de Telmex o una instancia de gobierno muy otra o estar inactivo, evasión que uno debe asumir como norma. La burocracia de la iniciativa privada usa el término "transferir" para lo mismo: una falta de respeto absoluta...

Hace unos días entendí por qué Avantel me desconecta cada vez que una mosca zumba en la mente vacía del operador al mando; hasta entonces parecía que tuviera un convenio con Telmex para cobrar parte del dinero que me obliga a depositar en el gordo bolsillo de Carlos Slim, pero la realidad es que Avantel está migrando a Axtel, competencia de Telmex, como Nextel, antes en llamadas de larga distancia y ahora también en telefonía local. Yo trato con Telmex todavía por ignorar alternativas menos malas, por no decir nefastas, pero Axtel y Avantel disfuncionan como si dieran servicio telefónico a todos sus clientes y la conexión a internet fuera más bien adicional; quizás están mentalizándose, preparando sicológica y moralmente al personal para el futuro promisorio. "Crecimiento", es el nombre que dan estas empresas fusionadas a su confusión; "el sistema", llaman a la automatización de sus errores, sistemáticos de por sí, al imperio de las máquinas que los rebasa y sirve como chivo expiatorio de las fallas, cuando no culpan de ellas al usuario ("es que dejó abierta la sesión") con deshonestidad agravante. De ahí que uno llame para confirmar que ha pagado por el pésimo servicio vía "Banca en Línea" de Bancomer.com, otra pesadilla de obsolescencia, y los empleados pregunten el número telefónico para salir en seguida con que no está registrado; hasta la contestadora grabada lo hace... y, en suma, el resultado es pérdida de tiempo y confianza (en caso de que haya algo de eso); en vez de crecer, parece que sufrieran un colapso y, como efecto colateral, alguien al mando creyera que dejarme sin internet dos días es negocio. Me han cobrado tres veces consecutivas después de que pago "en línea" y no puedo consultar mi cuenta en el sitio web de Axtel o Avantel, que está entre su construcción a medias y su destrucción en ciernes; para ser como Telmex, en cuya web es bastante fácil consultar mi cuenta, ni siquiera una dirección electrónica tienen a donde yo pueda enviar mi comprobante de pago. Un ejemplo brillante del desastre como normalidad es que, en el sitio de Avantel, hay un número telefónico para dizque "atención a clientes" y resulta que es de Nextel; en el recibo impreso de Avantel aparece el mismo número de Nextel; por teléfono me dan el mismo número de Nextel, cuyos empleados no son menos autómatas y soberbios, por cierto. ¿Qué relación hay entre Nextel y Axtel? Ninguna, salvo su competencia por el mayor parecido posible con Telmex... al menos en dolores de cabeza.

Telmex, por su parte, me cobra 70 llamadas más de las que hice en junio... Cuando su cajero automático no está fuera de servicio, pero tampoco funciona el escaner, el vigilante se abstiene de informar que uno puede teclear el número telefónico en la pantalla; "no me corresponde", contesta, y sus ínfulas desbordan los límites de su "correspondencia". El nivel de especialización se eleva con la división del trabajo en la expansión empresarial, y un área transfiere a otra la llamada, la pregunta, el reclamo, que nunca jamás llega a ningún lado ni sirve para nada; la burocracia, máxima suma o concurrencia de masa parasitaria, sistema reproductivo de inercias inútiles, de automatismo infrahumano que obedece a las máquinas, triunfa cada vez que fracasamos quienes la padecemos. Después de pagar en el cajero automático de Telmex, la pantalla avisa: "Por el momento no doy cambio". Y yo me restriego los ojos, me rasco la cabeza y me pregunto seriamente si este pinche país y este pinche mundo y la pinche gente, que es una especie de animal de veras pinche, tienen algo de aceptable. Con amargura inadaptada y discordante, me temo que no.

[] Iván Rincón 4:04 PM

Agosto 6 de 2010

Superama: denuncia pública

Enviada por correo electrónico a la autoridad competente en la materia respectiva para que haga lo conducente y correspondiente

A reserva de confirmar un dato de esta denuncia cuando mi médico tratante, el doctor Alejandro Jiménez Genchi, del Instituto Nacional de Psiquiatría "Ramón de la Fuente Muñiz", regrese de vacaciones el martes 10 de agosto, me permito hacer de su conocimiento los siguientes hechos para que la autoridad competente actúe, tome cartas en el asunto, inmediatamente.

El 25 de junio compré una caja de Tafil con 30 pastillas en Superama, sucursal ubicada en Río Churubusco y Eje Central Lázaro Cárdenas; la receta que entregué, por tratarse de "medicamento controlado", era para una caja de 90 pastillas (eso es lo que espero confirmar) y, a petición de la empleada que atendía la farmacia, escribí mi nombre y dirección al reverso; hace unos días me percaté de que la caja es de 30 pastillas, no de 90, así que pedí me permitieran ver el documento médico, en caso de que todavía no lo entregaran a la Secretaría de Salud; una empleada muy ingenua me enseñó la receta más reciente para tal medicina, que está fechada el 25 de junio, pero no es del Instituto Nacional de Psiquiatría, sino de una doctora particular que no conozco, si acaso existe; al reverso del DOCUMENTO APÓCRIFO están mi nombre y mi dirección, información escrita a mano con letra o caligrafía que no es mía.

Pedí hablar con un gerente y, mientras la empleada lo llamaba y le informaba la situación, hice mis compras; media hora después, en vez de llamar al gerente, la empleada había tratado de comunicarse por teléfono a la casa de su par, la que me vendió el medicamento y cambió la receta; le dije que eso era complicidad y que, sin no llamaba al gerente, lo haría yo; entonces habló con un subgerente de nombre Jorge González mientras yo hacía fila en una caja; luego de pagar, tuve que pedir que alguien lo llamara porque ya no estaba en donde habló con la empleada; regresó 45 minutos después de que pedí lo mismo por primera vez; le informé todo y pregunté si la empleada le había "informado" lo mismo; contestó que no y, de paso, negó haber visto la receta apócrifa; tampoco accedió a verla en mi presencia (¿¡!?); propuso que yo regresara con mi boleto de compra para corregir el "error", y acepté a cambio de que la policía viera la receta antes, pero el sujeto se negó también a eso y, más aún, dijo que la policía ni siquiera podría entrar si no llevaba "una orden" (sic); olvidó por el momento que estábamos en un establecimiento público y, para colmo de prepotencia, insistió en que él, a diferencia mía, era quien decidía "lo correcto" en este caso (ocultar la evidencia de un delito y poner en evidencia que no lo comete una persona, sino la tienda), pues Superama es "una institución". Mientras hablábamos, llegó la empleada que me vendió el medicamento y cuyo nombre me negaron: la negación es la única posibilidad allí.

Salí a la calle en busca de la policía y, a mi regreso, el subgerente se ausentó de nuevo casi media hora, tiempo durante el cual un empleado (el que monitorea las cámaras de vigilancia) fingió que observaba las cremas para la piel a espaldas del patrullero, para escuchar lo que habláramos. Cuando el subgerente por fin se presentó, luego de que pedí hablar con alguien de mayor jerarquía, le dijo al patrullero que no podía (sic) mostrar la receta porque, para eso, necesitaba (sic) un oficio de la Secretaría de Salud (sic), según "la ley" (sic), pero nunca dijo qué ley ni mucho menos qué artículo, a pesar de que se lo pregunté cinco veces (sic); de principio a fin, usó la táctica del sordo que interrumpe al interlocutor con sandeces oligofrénicas y patrañas legaloides, tan incoherentes como deshonestas. El patrullero se dejó convencer por el traje y la corbata, la mención demagógica de "la ley" en abstracto y el hecho de que Superama es físicamente más grande que un cliente.

Para empezar, en vez de entregar las recetas a la Secretaría de Salud, como cualquier farmacia, Superama las retiene como supuesto comprobante, pero hace de ellas un uso ilegal. La receta médica apócrifa es un delito que pretende encubrir otro, menos presumible, pero más grave: adquirir "medicamento controlado" para venderlo en el mercado negro. Un cuarto delito, agravante de los anteriores, es el encubrimiento sistemático, tanto de los hechos como de quien los realiza. El subgerente, la empleada y el personal de seguridad no hicieron NADA para corregir algo; por el contrario, agravaron todo cuanto está mal aquí: el ocultamiento de la evidencia y hasta de ellos mismos, aparte del grotesco espionaje, es el comportamiento de quien sabe que sus actos son punibles, pero invoca a conveniencia una ley imaginaria. Por lo visto, no se trata de hechos aislados ni de una persona que hace "tranzas" por individual iniciativa o voluntad propia, sino de un engranaje, un sistema consciente de ilegalidad como negocio paralelo.

Tampoco es la primera vez que me ocurre allí algo de semejante índole, aunque menor: otras veces he cometido el error de pesarme y medirme en una máquina tragamonedas por la que, igual que en Sanborns y lugares por el estilo, nadie asume responsabilidad, sino complicidad; también he cometido el error de quejarme y ha servido acaso para confirmar la deshonestidad como "política" y hacer corajes; he padecido la estupidez infrahumana, entre oligofrénica y esquizofrénica, tanto de cajer@s como de gerentes y subgerentes, por no hablar del personal de vigilancia. Si esta gente no antepusiera inescrupulosos fines de lucro a principios éticos y morales, básicos y elementales, devolvería los dos o tres pinches pesos que se traga una máquina dentro de las instalaciones de la tienda, en vez de hacer méritos para merecer la cárcel y seguir campante, como si nada, pero no a salvo del rencor acumulado por su impunidad.

Desde hace siete años he sido testigo, por ejemplo, de cartulinas gigantes que anunciaban precios de fábula sobre productos con precios muy superiores en caja (debajo de esos productos estaban los precios reales, pero en diminuto, casi ocultos); productos lácteos con fechas caducas y/o en notoria descomposición; no he visto las carnes porque soy vegetariano, pero es de suponer que ocurre lo mismo; ofensivos mensajes -mal escritos, además- para inhibir posibles intenciones de robar al sabernos observad@s por una cámara, como si l@s clientes fuéramos de su calaña...

En fin. Espero que este asunto sea la punta de una hebra, que acabe con la confusión entre un servicio y ser un vicio, que destape la cloaca y queden al descubierto las complicidades, inclusive de las dizque autoridades en su caso y en los hechos, así sea por omisión.

¡Amén!

Por su atención, gracias de antemano.

Iván Rincón Espríu

Posdata preventiva: Según fuentes confiables, cuyos nombres me reservo por obvias razones, la impunidad con que operan cadenas de tiendas como Superama y Sumesa, entre otras, se debe a la corrupción de una amplia red alrededor suyo y la práctica de "sembrar" objetos robados o drogas ilícitas en ropas o carros de clientes "conflictiv@s" (como yo), por supuesto en contubernio con la policía. Hago público este hecho por si acaso me ocurre, pues tengo la penosa necesidad y el derecho de seguir haciendo compras allí.

Posdata personal: El error doble de comprar una caja de 30 pastillas y percatarme apenas hace unos días, lo he pagado muy caro, pues ha causado un trastorno en mi "organización", empezando por el horario de sueño, así como una desproporcionada y estresante pérdida de tiempo, que debo agradecer también a la burocracia, máxima suma o concurrencia de masa parasitaria, causante de que nada funcione bien o todo funcione mal y sea siempre inútil cualquier intento personal, más o menos aislado, por lograr algo; esta disfunción crónica y sistemática es la normalidad en México.

[] Iván Rincón 7:34 PM

Julio 31 de 2010

Misantropía

Para Einstein, valga el lugar común, hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, aunque de la primera no estaba seguro. Para mí, en cambio, la estupidez humana es más grande que el universo.

No existe peor depredador que el humano; su vocación destructiva puede más que la naturaleza en sustantivo: la corrompe, como suelen hacer los corruptos; arrasa con bosques y selvas; extermina especies enteras de animales y vegetales, y con cada una, desaparece todo un sistema ecológico; envenena el aire y el agua; eleva el nivel del mar sobre la tierra, cuya extensión empequeñece, al derretir el hielo polar con el calentamiento de la atmósfera. No obstante, nos creemos superiores al resto de los seres vivientes: a diferencia suya, la nuestra es una especie racional, civilizada... Of course! Tan racionales y civilizados somos que, desde hace décadas, la capacidad bélica del mundo industrializado es suficiente para borrar todo vestigio de vida en el planeta cuatro veces o más, por si en la primera hecatombe sobrevive una cucaracha, al cabo también hemos alcanzado suficiente automatización como para prescindir de nosotros mismos, o sea, sustituirnos.

Toda la fauna contamina con mierda y sus propios cadáveres, pero ningún animal "irracional" produce más contaminación y mucho menos como el humano: en magnitud que supera su "preservación", como concibe la constante multiplicación de seres hereditarios, reproducción cada vez mayor en cantidad y menor en calidad, cada vez más alienígena su condición mutante, asimilada generacionalmente al medio ambiente que desangra para poblarlo como parásito, habitarlo en guerra de progresiva invasión, colonizarlo como un país a otro, para edificar una "civilización" sobre las ruinas de lo que pudo ser su casa y dejar de existir al mismo tiempo, en un futuro cada vez más presente, que de tan cercano resulta imposible vislumbrar, al menos por gente de visión escasa, la más ordinaria, mayoritaria. La naturaleza de la humanidad, en vez de adaptarse a la del planeta, lo destruye y se adapta más bien a sus restos mortales y la destrucción. Entre todas las posibilidades existentes de vida, ninguna otra produce tanta muerte y enfermedad en masa descendente como para que su hábitad deje de ser habitable y como si tuviéramos a donde mudarnos una vez acabado el espacio que nos queda.

Ningún otro animal requiere, ni por asomo, de fábricas ostensiblemente contaminantes del aire, la tierra y el agua, fábricas de basura en abundancia; tampoco de grandes vehículos para su transporte o vehículos pequeños en grandes cantidades, que también son fábricas de ruido y emanaciones tóxicas. Nomás el humano transforma un río de peces en uno de coches (el síndrome de Río Churubusco). Ningún otro animal fuma, vicio paradigmático de la imbecilidad sin límites, al menos por su voluntad; producir humo en la boca y arrojarlo al aire de todos es un "derecho humano". En la ciudad, fauna y flora respiran por obligación el asesino tufo de la gente, el que produce por "necesidad" y el que agrega por "gusto", como llaman los adictos a su adicción. Ni entre todas las demás especies pueden hacer del mundo un basurero y del basurero un mundo como hace la gente cotidiana y tranquilamente; ni todas juntas hacen tanto como cuanto deshace la gente: deshechos orgánicos -un mar de mierda, sobre todo- y no orgánicos ni biológicamente "degradables", es decir, asimilables como fertilizante y abono en la composta por la madre tierra; lo que se degrada es más bien la inteligencia de seres tan estúpidos que requieren de plástico para todo.

"Muy humano", en el demagógico lenguaje del humanismo callejero, es el límite que nos identifica, pero no distingue a nuestra especie de la supuesta inferioridad animal; característica y exclusiva de la pretendida superioridad humana es la guerra entre nosotros y contra otros, a veces por diversión, la tortura de seres indefensos, la tiranía y pueblos que no tienen más que hambre y miseria por la perpetuación y el crecimiento mundial de asimetrías y desigualdades económicas y sociales. En los hechos, si algo es propio de la especie humana en comparación con la otredad viviente es nuestra destructividad, el desastre concebido como normalidad, el exterminio de las demás formas de vida en aras de la construcción de cementerios poblados por autómatas que obedecen a las máquinas, metrópolis en donde respirar es un suicidio y salir a la calle, eutanasia. Según la noción humanista de bolsillo, ignorancia inducida por los dueños del mundo a través de la televisión, ecocidio no es asesinato sistemático del sistema ecológico en turno, sino el nacimiento de nueva naturaleza llamada progreso, la prioridad del asfalto sobre los árboles y de los coches sobre los peatones, pues caminar es cada vez menos humano; efecto colateral de la modernidad es su dependencia crónica del petróleo, cuyo principal derivado es la barbarie imperialista, el genocidio como efecto secundario del efecto colateral, mal necesario, la eliminación de una civilización antigua por una "moderna", basada en la cultura bélica (si acaso es cultura tal demencia), la del poder por la fuerza bruta, la de vencer en vez de convencer, la que siembra Hiroshima y Nagasaki, 200 guerras en un siglo, y cosecha su 11 de septiembre, una de kamikaze por las que van de medallas al mérito de la destrucción masiva.

Muy humano es el júbilo de un público embrutecido, como en el antiguo circo romano, por la carnicería llamada fiesta brava o tauromaquia, por el espectáculo también sanguinario que son las peleas de perros y de gallos, y por la cacería como "deporte" de potentados y magnates que lo mismo barren con extensas reservas de la biosfera, pobladas por especies de flora y fauna en peligro de extinción, para jugar golf. ¿Qué otro animal es capaz de semejante atrocidad? Solo al más irracional divierte y causa placer el video snuff, o la prostitución y la pornografía infantiles, como los clubes de "ruleta rusa", entre otros juegos clandestinos de apuestas para ludópatas y pedófilos pederastas en negocios tan sórdidos y criminales como el tráfico de órganos humanos. ¿Qué podíamos esperar de un ser viviente que se alimenta de cadáveres, que viste de cadáveres, a veces nomás de adorno, y adorna también sus paredes de cadáveres como trofeos? ¿Qué podíamos esperar de una clase de vida que produce bienes de consumo a cambio de males que nos consumen: la explotación de minorías a mayorías, la apropiación del producto del trabajo por el capital vampiro?

Según Serrat, la humanidad es "el alimento que engorda la ciudad". Según yo, es más bien una plaga que infesta cuanto puede con sus turbas de pasiones patrioteras y futboleras, fanatismos religiosos y otras formas de fundamentalismo, ambientes enfermos en donde gobierna el miedo porque abunda la debilidad mental, la desconfianza paranoica y la histeria colectiva, nada más propicio para linchamientos y expulsiones; la humanidad es una epidemia que asola el planeta con su cauda escandalosa y pestilente, su rastro de humos y gases, de basura personal en cantidades industriales, moscas y cucarachas, ratas y ratones, gatos que hurgan y pergoñan las noches de tiraderos en plena calle, perros enanos que sirven para ladrar agudo en casas y edificios, además de cagar en la vía pública y dejar allí su mierda; la humanidad es un virus que urge erradicar...

Si Marx y Engels aspiraban a que desapareciera definitivamente la familia como unitaria institución de una sociedad patriarcal basada en relaciones opresivas, yo sueño con la desaparición de la humanidad como ha sido hasta hoy: con menos obras que sobras en este proceso involutivo, y demasiada infelicidad para los demás por su egoísmo, estupidez que anda suelta y es la suma de todos los egoísmos, así que ni un ápice de respeto conoce; todos pagamos en especie su mediocridad y pequeñez todos los días de avasallante soledad y miseria humana.

¡Por amor a la vida, odio a la humanidad!

[] Iván Rincón 9:45 PM

Yo quisiera ser civilizado como los árboles

Julio 16 de 2010

Sensibilidad alienígena

I

Escribí la palabra culigiala, de obvio fetichismo, en el buscador de imágenes de Google y, aturdido por el abundante vacío de la oquedad en abundancia, pasó desapercibido el hecho de que un automatismo sin creatividad, inteligencia, imaginación o criterio había "corregido" la palabra por colegiala. Entre la plétora de repeticiones con mínimas variantes, una imagen en particular detuvo la mirada, capturó la inercia: no había nada especial en ella, salvo acaso la monótona confirmación de que un segundo es idéntico al anterior y parece que fuera el primero y que no pasara el tiempo... También las colegialas orientales son réplicas, están hechas a molde: la muchacha yacía con las piernas abiertas y los brazos yertos sobre un sofá; sus ojos de venado parecían hipnotizados y una expresiva ausencia de vida en su rostro aparentaba, según el primer cálculo del instinto machista, fingida indiferencia al levantamiento de la minifalda, ornamental de por sí, para dejar a la vista un triángulo blanco. "Soy tuya", podía interpretarse tal pasividad, como una entrega de su voluntad a la de otro, pero ella no decía eso ni algo semejante, pues yacía literalmente; su cuerpo de piel impecable, con calcetas hasta las rodillas y la camisa desabotonada, estaba muerto...

II

El adorable personaje que encarna la adorable Winona Ryder en Alien: Resurrección, de Jean-Pierre Jeunet (Amélie, Amor eterno...), resulta ser androide, y entonces la astronauta personificada por Sigourney Weaver comenta, palabras más o menos: "Ahora entiendo por qué eres tan humana", o "ya me parecía que eras demasiado humana". En Inteligencia artificial, proyecto originalmente del maestro Stanley Kubrick realizado por Steven Spielberg con la millonaria y fastuosa mediocridad que lo caracteriza, el personaje infantil que interpreta Haley Joel Osment descarga su ira contra una réplica hasta dejarla hecha añicos, como quien hace pedazos un espejo; no sé qué fibras toca ese instante culminante de la actuación del niño, pero nomás de recordarlo vuelvo a sentir un nudo en la garganta; la idea de que los androides tengan reacciones inconteniblemente violentas al descubrir que su condición humana es mentira, que ellos son los primeros en el engaño y los últimos en salir, me parece genial. Blade Runner, del desigual Ridley Scott, que antes había dirigido Alien, el octavo pasajero, marcó la pauta en el mismo sentido existencial: al saber que su tiempo no dura más que una vida humana, los replicantes se rebelan contra sus creadores y los matan, pero uno de ellos, concebido como "objeto de placer sexual para hombres", descubre que no tiene vida propia, que sus recuerdos son más bien injertos de un pasado ajeno, escenas de la infancia del fabricante, y entristece, cae trágicamente al abismo de la depresión, se hunde con sensible fragilidad en el pantano de la melancolía. "También tus lágrimas son falsas", le informa el humano real, cuya misión es destruir a los replicantes fuera de control, pero se enamora del "objeto", pretendida personificación de la perfección femenina, y ambos escapan de la tierra; el final suprimido por el director en la versión definitiva de la película es una vista en movimiento desde arriba de las nubes con la voz de Harrison Ford en off, diciendo que su jefe (Edward James Olmos) se había equivocado, pues ella (Sean Young) no tenía fecha de caducidad.

Inteligencia artificial, concebida por Kubrick y parida por Spielberg, plantea un futuro en el que la robótica sustituye a la humanidad, que recurre a tal opción, por ejemplo, cuando una pareja no puede tener hijos naturales; entonces compra y adopta uno artificial con las características de su elección y, si no le gusta, lo desecha, ignorando que ese hijo sufre y tiene sentimientos humanos porque está programado para eso.

III

Hace unos 25 años supe que Japón, un país destruido, masificado y vertiginosamente industrializado, que ahora compite por el primer lugar del mundo en suicidios, fabricaba muñecas de apariencia humana como objetos de placer para hombres. "Es un síntoma de soledad colectiva", pensé entonces, y años después lo asocié con las llamadas hot lines, antes de la proliferación de enlaces personales para fines sexuales en internet y las más recientes redes sociales. Al leer un texto en el que hablo del mismo fenómeno hace seis años, mi mamá comentó que también en Japón -a donde viajó una vez- hay personas que, al pie de una esquina, esperan a que alguien les pague por escuchar, pues no falta quien requiere de semejante atención... Sex doll, es el nombre de la moderna "muñeca inflable", tan humanizada que la póliza de garantía prevee su entierro o incineración junto con el dueño en caso de que éste muera. Cuando el producto era noticia, incluía la posibilidad de elegir un determinado aspecto físico, entre cuyas opciones la más solicitada era una réplica de Marilyn Monroe. Por lo que veo ahora en internet, la apariencia prototípica de una sex doll, también llamada love doll, acaso porque sirve para "hacer el amor", es de colegiala, o sea, menor de edad, para escándalo de la decencia y las "buenas costumbres". Supongo que sigue siendo aplicable la ley de cada país respecto a la edad, pero que, si en la vida real tenemos relaciones sexuales unos cinco años antes de la "mayoría de edad", lo mismo sucede en la vida sexual de las muñecas.

IV

Un dibujante (pésimo en comparación con mis posibilidades fuera de práctica) trabaja por encargo: alguien describe como puede sus fantasías sexuales y él las dibuja, las plasma en imágenes; así de simple, a diferencia de la complejísima laboriosidad o laboriosa complejidad de mis laberintos imaginativos, propios de un novelista en ciernes o reprimido. Mi vida ha sido tan frustrante que he dedicado más tiempo del imaginable a imaginar, por ejemplo, un mundo en el que no existan hombres, solo mujeres, y viceversa. Misántropo y solitario por naturaleza y antonomasia, cada vez más intolerante, si pudiera elegir, lo haría sin dudarlo por el de las mujeres y, en vez de ser colibrí, asumiría el rol más femenino, a saber, el de mayor capacidad física y mental, más alma y belleza... He dedicado mucho tiempo a imaginar mundos radicalmente distintos a la porquería que tenemos; también he cambiado toda mi vida personal, pero nomás en la imaginación. Un dibujante puede aproximar la fantasía (erótica o no) a su concreción o solidificación, por usar un término monsivaisiano, aunque se trate siempre de fantasía y jamás de realidad. En vez de pensar algo tan simple como dibujar por encargo, lo que seguramente sería un trabajo sucio por carecer de otras formas de expresión, me he cachondeado con las mejores aportaciones del cine, más que literarias, al imaginario individual, como la del reloj que detiene el tiempo del mundo mientras uno sigue andando (sería peligroso usarlo dentro de un vehículo en movimiento) o la del transmisor sensorial de experiencias ajenas. Me resulta inexplicable que ideas tan geniales no hayan sido exploradas más allá de una película por invento. En cambio, la idea de volar por los aires abunda, no solo en el cine, quizá porque no requiere de gran esfuerzo mental, o la de saltar de un tiempo a otro, la de ser invisible o inmortal, la de prever el futuro... En fin. ¿Y la posibilidad de vivir experiencias que tenemos negadas en la realidad, transmitiéndolas al cerebro y de ahí a todo el cuerpo, como quien escucha música o cualquier otro sonido con unos audífonos? ¿Será posible semejante milagro en la vida real?

V

Si algo hace a la humanidad es su capacidad destructiva; simultáneamente al aumento de esa destructividad, la humanidad avanza en su propia sustitución por la tecnología. La inteligencia artificial supera la capacidad mental ordinaria, básicamente en memoria y procesamiento de información. Al darle apariencia humana, el hombre crea un ser a su imagen y semejanza: el androide, cuyo nombre excluye a la mujer, salvo acaso como simple objeto de placer; entonces es llamado también RealDoll (okay?) y sus funciones tienen poca relación con la inteligencia: vibrar y segregar uno o más líquidos en respuesta a la penetración genital, emitir sonidos que imitan el gemido y la respiración agitada... Para satisfacer diversas fantasías eróticas, entre su variedad, el mercado sexual ofrece muñecas de apariencia intelectual, pero nomás de apariencia; lo demás está de más y, además, es lo de menos.

Si antes me enteraba de estas cosas por televisión, ahora lo hago por internet. Antes de sacar la televisión y hasta la radio de mi vida, supe de un juguete para niños, un muñeco al que le salían lágrimas y lagañas por los ojos, cerilla por las orejas, mocos por la nariz y saliva por la boca, además de sudar por las axilas y los pies, orinar por el pene y echar gases y caca por el recto.

VI

Ante la necrófila impresión de que la colegiala oriental estaba muerta como una forma de poner su cuerpo a disposición de quien lo deseara, mi biofilia disidente amplió la imagen en una aproximación a sus ojos, y finalmente advertí que no era una foto, sino una imagen en tiempo real, cuando una lágrima negra surcaba el pálido rostro.

[] Iván Rincón 9:09 AM